Todo comenzó
cuando Malvino Fortuna, así se autodenomina en ocasiones, decidió visitar una de las instituciones más lindas y
acogedoras de Bayamo, antes de que concluyeran sus vacaciones, escogió al Piano-Bar.
Antes, fue a
conocer el precio, la hora de la entrada, ofertas… entonces, pensó: “ese es el
lugar que deseo para pasar un buen rato con mis amigos”. El sábado reciente se
hizo realidad su deseo. Cuando llegó, un joven lo recibió en la puerta, le dio
las buenas noches, y al instante le explicó: “hoy se pagan 10 pesos per cápita”.
Él los dio gustosamente.
Apenas se
habían acomodado en la mesa, la unidad quedó sin fluido eléctrico, en tinieblas; no obstante la camarera se personó, y Malvino y sus amigos hicieron el pedido.
De esta
manera comenzó la noche en ese centro nocturno, una de las invitadas de
Fortuna, accidentalmente tocó su copa en
la oscuridad, cayó encima de la mesa y
se hizo añicos. Él y sus amigos recogieron hasta las “migajas” de vidrios del mantel,
para no lamentar males mayores. Cuando pasó la camarera, ya había llegado la
corriente, recogió la copa rota, sin decir una palabra y no regresó ni a preguntar
si se necesitaba otra.
Malvino, al
poco rato, se dirigió a la barra a ordenar otro servicio, allí le comunicaron
que tenía que pagar la copa, él lo comentó a sus compañeros, pero la noticia se tomó
como una jarana, no imaginaron jamás los invitados de ese “afortunado” que era
cierta.
Fortuna
decidió, esa noche, cambiar el look, vestirse
con camisa de mangas largas, pues había tres splits y no iba a soportar
el frío, pero la climatización tenía problemas, y lo que le hacía falta era un abanico. Decidió
marcharse.
Cuando se
disponía a salir, la camarera lo interceptó: -Hay que pagar la copa, su valor es
de 50 pesos, o traigan una de su casa.
Malvino solicitó ver al responsable de turno del
establecimiento, y le exigió un acuse de
recibo, tal vez, como constancia de haber pagado esa cantidad por ese concepto.
El referido administrativo no podía emitir ningún documento. Sencillamente,
tomó los 50 pesos y los colocó junto a un fajo de billetes.
Como consecuencia del suceso afloraron varias interrogantes, si las copas son medios
circulantes, no medios básicos, que de por sí tienen depreciación o fallas por
roturas, ¿por qué adoptan tales medidas?
Imagino que casos de esta índole ocurran en cualquier centro gastronómico. Amén
de que las roturas de esos útiles hayan sido por indisciplinas sociales de los
clientes.
¿Dónde está la protección al
cliente?, cuya resolución 54/2018 entró en vigor en junio
pasado, la que plantea:
a) Respeto de los derechos del consumidor: Los
derechos del consumidor son inviolables por los proveedores e irrenunciables
por los consumidores;
b) Educación, información y
divulgación en materia de consumo: Se aplican tanto para los consumidores, como para los
proveedores.
¿Qué norma jurídica establece que si al cliente se le rompe
una copa, un vaso… por accidente, deba indemnizar a la unidad?, indagamos al
respecto y no existe oficialmente ninguna, ¿Por qué al cliente
no se le informan las medidas adoptadas por el centro?, por lo que se
han violado, además, los incisos g)
acceder a una información veraz que posibilite elegir conforme a las necesidades,
expectativas, deseos y preferencias y h) acceder a la información sobre los
requisitos a cumplir en los establecimientos en aras de un mejor disfrute de
los servicios que se oferten.
Un sitio
acogedor, a pesar de esos inconvenientes, donde se escucha una música
agradable, tanto grabada como con la agrupación que allí trabaja, debe mantener su condición de excelencia,
tratemos de que Malvino regrese al lugar de los hechos con sus amigos para ser resarcidos.
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